María de Betania
‘Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella’.

Imagina estar vivo cuando Jesucristo caminaba por la Tierra. Imagina conocerlo, hablar con Él, relajarte con Él. La Biblia indica que Él tenía una personalidad atractiva; era un hombre positivo y amigable.

Aunque pasaba mucho tiempo con 12 hombres en particular, también tenía varias amigas y discípulas.

Una de estas discípulas hizo algo que hizo que Cristo dijera: “Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

¡Esa es una gran declaración! ¿Cómo te sentirías si esto se dijera de ti? ¡Qué mujer debe haber sido ésta para recibir tal halago de, entre todas las personas, el Hijo de Dios!

Parece apropiado entonces que estudiemos lo que ella hizo.

Servir en el enfoque correcto

La primera mención de esta mujer se encuentra en Lucas 10. “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa” (versículo 38).

Esta aldea era Betania, que está situada al pie del Monte de los Olivos, a sólo 3 kilómetros de Jerusalén. Esta mujer, Marta, no es el tema central de este artículo, pero sigue siendo una mujer notable y admirable a la que también conocerás mejor.

“Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (versículo 39). María “se sentaba a los pies de Jesús”; eso significa que estaba aprendiendo de Él (ver Hechos 22:3), era una de Sus estudiantes, o discípulos.

“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”. Ella estaba “agobiada” por ello. Así que esto es mucho más profundo que llevar a cabo un servicio físico.

El papel de la mujer es servir y cuidar de la casa. Hay una gran gloria en ese trabajo.

Marta era, sin duda, muy buena en lo que hacía. Pero estaba “atestada de mucho servir”, o distraída y ocupada de más.

En defensa de Marta, ¡estaba preparando una comida para el Hijo de Dios! Esto no habría estado tan mal, pero ella se lo planteó a su Maestro: ¿No te molesta que haga todo esto yo sola? ¿Podrías decirle a María que se levante y me ayude?

Si queremos hacernos notar por servir, entonces tenemos un problema. Es posible servir con una motivación equivocada, o sin una motivación 100% pura y piadosa.

“Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (versículos 41-42).

“Marta, Marta…”. Jesús no se ensañó con ella ni comenzó un gran sermón. El lenguaje aquí parece ser una exhortación amistosa en parte para defender lo que María estaba haciendo. Pero Cristo le dijo cuál era su problema, y no era que estuviera sirviendo: “Afanada y turbada estas con muchas cosas…”. Eso significa que estaba ansiosa o perturbada. Cristo le estaba diciendo a Marta que se estaba distrayendo con cosas físicas.

“Una cosa es necesaria”, dijo Cristo. Probablemente Marta estaba haciendo más comida de la necesaria y se preocupaba demasiado por ello. Cristo estaba diciendo esencialmente: Marta, sólo necesito un plato. Lo que María está recibiendo en esta mesa es lo mejor que puede recibir, y nadie se lo puede quitar. Lo espiritual es más importante que lo físico, independientemente de lo importante que pueda parecer lo físico.

Si vemos el significado y la visión en nuestras responsabilidades físicas, entonces pondremos la prioridad en lo espiritual. Y mientras tengamos el motivo correcto detrás de todo, tendremos las cosas en el orden correcto. Y podemos ver cómo, si nos dejamos atrapar por la actividad física, podríamos ofendernos con alguien que está sentado estudiando o escuchando una conferencia.

Marta necesitaba ajustar su perspectiva. Pensó: Si el Mesías está aquí, entonces podemos honrarlo preparando toda esta comida y entretenimiento y haciéndolo sentir cómodo. Pero María estaba más acertada porque sabía por qué estaba Cristo allí. Él estaba allí para enseñar. Si Él viene a enseñar, entonces la manera de honrarlo es escuchando. Por supuesto, asegúrate de que esté cómodo y tenga algo que comer, pero luego escucha y aprende.

Aplica esto a tu vida. ¿Cómo te educa Cristo? ¿Cómo te sientas a sus pies? Salir de una de esas situaciones para decir, Oh necesito ir a limpiar mi cuarto para tener una recompensa, es tener el enfoque y la motivación equivocada. ¿Qué mejor recompensa que escuchar lo que Dios te está diciendo?

Lo que se ve en ambas mujeres, sin embargo, es que Jesús es el mejor amigo de la familia. Ellas lo amaban mucho, y querían servirlo y aprender de Él. Esto hace que estas dos mujeres sean admirables.

¡Qué mujer la que aplique las cualidades de estas dos mujeres: estar pendiente de cada palabra de Cristo y aprender a servir, administrar y custodiar una casa!

La resurrección de Lázaro

Dondequiera que se predique el Evangelio, Cristo dijo: “También se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”. Esas fueron las palabras que Cristo utilizó para describir un acto de fe altísimo realizado por María de Betania.

Llegamos ahora a este momento. En primer lugar, debemos sentar algunas bases de lo que informó y fortaleció la fe de María: ¡Fue testigo de la resurrección de su hermano!

Cuando Cristo volvió a Betania, el hermano de Marta y María, Lázaro, llevaba cuatro días muerto. Para entonces, muchos judíos habían acudido a consolar a las dos hermanas, lo que significaba que el milagro de Cristo pronto sería presenciado por mucha gente, lo que lo hacía mucho más poderoso.

Puedes estudiar este milagro en Juan 11 (nuestro folleto gratuito El Evangelio de Juan: el amor de Dios también lo explica con gran detalle). En realidad, Jesús estaba prefigurando Su propia resurrección. ¡Cuando Cristo resucitó más tarde, a los discípulos les costó mucho entender que realmente era Él! ¡Sin embargo, parece que María de Betania recibió esa lección de la resurrección de Lázaro!

Cuando María se enteró de que Jesús había venido, salió inmediatamente. Juan 11:31 dice que los judíos que consolaban a María, suponiendo que iba a visitar la tumba de Lázaro, fueron con ella. Pero María no iba a los muertos, ¡sino al Dios de la vida! ¡Y esto significaba que más personas serían testigos de lo que Jesús iba a hacer!

“Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió” (versículo 33). El llanto de María, en particular, conmovió a Cristo. Entonces preguntó dónde habían puesto a Lázaro.

Cuando quitaron la piedra de la tumba de Lázaro, Jesús pronunció una breve oración, dando gracias a Dios por el milagro que iba a realizar. Poco después, un hombre atado con vendas de la cabeza a los pies salió poco a poco de la tumba. Jesús dijo a los que estaban allí que lo desataran y lo dejaran ir.

¡Lázaro estaba vivo!

Fíjate en lo que hizo este milagro: “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él” (versículo 45). ¡La tranquila, obediente y humilde María condujo a una multitud a Jesucristo para ver el mayor milagro físico que realizó en toda Su vida! ¿Puede tu ejemplo llevar a la gente a ver los milagros de Dios? ¿Puede la gente seguirte hasta el punto de ver los frutos en tu vida y querer creer y obedecer a Dios?

Cena especial antes de la muerte de Cristo

Puedes ver, por el resto del capítulo, que algunos contaron este milagro a los fariseos, y este acto despertó el odio de los judíos más que nada.

Juan 12 muestra que fue cerca del tiempo de la última Pascua de Cristo: “Seis días antes de la Pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena, Marta servía…” (versículos 1-2). Qué hermosa declaración sobre una mujer de la Biblia: ¡Ella sirvió!

El versículo 2 muestra que esta comida era para celebrar la resurrección de Lázaro. ¡Imagínate volver a comer con un hombre que había enfermado y muerto varios días antes!

Ahora parece que la fe de María alcanzó un nuevo nivel. “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (versículo 3).

Era un ungüento muy costoso. El relato de Marcos dice que ella tuvo que romper el vaso para sacar el perfume; probablemente el vaso también valía mucho (Marcos 14:3). Fue algo único.

Pero fíjate en lo que ocurrió después en Juan 12:4-5: “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”. Judas calculó que esto valía casi el salario anual de un trabajador. Pero no creas que Judas quería dárselo a los pobres: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (versículo 6).

Cristo respondió entonces: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tenéis” (versículos 7-8). ¿Con qué frecuencia se sienta el Hijo de Dios a tu mesa? Y no iba a estar en la Tierra por mucho más tiempo.

En el relato de Mateo de este incidente, Cristo dijo: “¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. (…) Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura” (Mateo 26:10, 12).

Jesús explicó que iba a Jerusalén a morir. Aunque los discípulos no lo entendieron del todo, Cristo siguió explicándolo pacientemente. ¡María parece haberlo entendido mejor que los doce discípulos!

¿Cuánto valió que el Hijo de Dios muriera? ¿Que se sacrificara Él mismo de la manera que lo hizo en su paliza y muerte? Piénsalo. Al arrepentirnos, ahora podemos ser perdonados por quebrantar la perfecta y amorosa ley de Dios, porque la pena ya ha sido pagada. ¡Qué precio se pagó para que pudiéramos ser sanados física y espiritualmente! No podemos ponerle precio a eso.

¡Sabiendo cuánto valía su muerte, lo que María derramó sobre Cristo valía una miseria!

El versículo 13 continúa: “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

María es un ejemplo de fe, confianza y compromiso con Dios. Ella creyó en lo que Cristo dijo, y sirvió. Su entrega total de sí misma y de todos sus recursos a Jesús queda como recuerdo y testimonio para todos en la Iglesia de Dios de lo que es el verdadero cristianismo: ¡seguir a Jesús con fe, hasta el final, con todo lo que tenemos!

María tuvo el honor de derramar ese precioso perfume sobre Cristo. Dio todo lo que tenía para servirle. ¿No es eso lo que Dios Padre y Jesucristo hicieron por nosotros? Parece que ella fue la primera en comprender verdaderamente la muerte y resurrección de Cristo. Así que ella derramó su perfume para Su entierro sobre Él mientras todavía estaba vivo, en una cena que celebraba la resurrección de Lázaro, que tenía la intención de señalar la resurrección de Cristo.

Si lees los relatos del entierro de Cristo, verás a otras dos Marías llevando los ungüentos a la tumba después de que Él fuera enterrado. Sin embargo, María de Betania no apareció. Juan nos dice que cuando Cristo resucitó, se le apareció a María Magdalena. Incluso a ella le costó entender Su resurrección, pero cuando lo hizo, fue a contárselo a los doce discípulos. Esos hombres no le creyeron ni a ella ni a sus amigos. Pensaron que estaba loca.

La fe de María de Betania precedió a todo esto y se resumió en ese gran acto de amor y bondad hacia su Salvador, Maestro y Amigo. En él se resume todo lo que debemos emular de ella. Era una estudiante atenta, una gran servidora, humilde, llena de emociones controladas, y no retenía nada de Dios. Estaba llena de fe después de ver uno de los mayores milagros de Cristo, y comprendió lo que valía Su vida, muerte y resurrección. Por eso Cristo dijo que lo que ella hizo iba de la mano con lo que era el evangelio: ¡creer, vivir y verter todo el corazón y el alma en la obediencia a cada palabra de Dios!