Las pruebas de hoy, las herramientas de mañana
Sus calificaciones totalmente únicas para el tiempo que se avecina

¿Qué podrá ofrecer usted al Mundo de Mañana?

Aquellos llamados a salir de este mundo en esta era, como los “primeros frutos” en el plan de salvación de Dios, pueden calificar para estar entre los primeros en recibir el don de la vida eterna, ¡contribuyendo a la Familia gobernante de Dios mientras Dios busca extender Sus esfuerzos de construir la Familia a toda la humanidad!

¿Qué tendrá usted para contribuir? Para algunas personalidades famosas en este llamamiento, las respuestas podrían ser obvias. Herbert W. Armstrong habla de esto en El misterio de los siglos, donde patriarcas como Noé, Abraham, José y Daniel son mencionados por el tipo de liderazgo que ofrecerán en el Reino de Dios. Esos cargos se basan directamente en sus experiencias en esta vida. Del mismo modo, lo que ofrecemos a la Familia de Dios se basa directamente en cómo interactúa el Espíritu Santo con nuestro espíritu humano hoy. Se basa en nuestras habilidades, aptitudes y experiencias, incluyendo nuestras pruebas.

¿Por qué tenemos pruebas? A veces nosotros mismos las provocamos, lo que nos muestra nuestros defectos. A veces Dios específicamente aplica la presión o la permite para fortalecernos.

Por “pruebas” me refiero a aflicciones. Esta misma palabra también se refiere al período de “prueba” que es nuestra vida como primeros frutos, en el sentido de algo que está siendo examinado y sometido a evaluación. Pero cada uno de nosotros tiene “aflicciones” o “sufrimientos” personales, como los llama la Biblia. Apóstoles como Pedro y Pablo las llamaban “pruebas ardientes” o “tribulaciones”.

Nuestros desafíos, pruebas, aflicciones y tribulaciones no son simplemente para aguantarlos o “superarlos”. Son para enseñarnos. Debemos aprender de ellos, o probablemente no darán ningún fruto real.

Pero más allá de eso, ¿ha pensado alguna vez en cómo sus pruebas ayudan a los demás? Lo que usted aprende no sólo le beneficia a usted. Después de todo, sus pruebas le califican para un cargo de servicio.

En 2 Corintios 1:3-4, el apóstol Pablo se refirió al “Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Recibimos consuelo en las pruebas para poder consolar a otros.

Es de esperar que las pruebas por las que ha pasado produzcan resultados espirituales positivos. La intención de Dios es que usemos esos resultados para ayudar a otros. Sus pruebas tienen el objetivo de convertirle en una mejor herramienta que Dios utilizará en el futuro. Afortunadamente, Dios nunca nos dará más de lo que podamos soportar (1 Corintios 10:13).

Apóstoles admirables

La carta de Pablo continúa: “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somosconsolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos” (2 Corintios 1:5-6).

Pablo sería más tarde un ejemplo vivo de ello cuando ofrecía ánimo desde una prisión romana. El apóstol Juan también dio una profunda educación espiritual cuando más tarde fue desterrado.

Gerald Flurry escribe sobre el ejemplo de estos apóstoles en La última hora: “Pablo escribió su más inspiradora carta desde la prisión al final de su vida (2 Timoteo). Juan escribió el mayor libro de profecía en la Biblia, Apocalipsis, mientras estaba encarcelado en Patmos. Estos hombres eran intrépidos. ¿Cómo responde usted a las pruebas? ¿Las usa para volverse más intrépido para Dios? ¿Inspira a otros su ejemplo en las pruebas y dificultades?” (énfasis añadido).

Pedro es otro ejemplo de usar las pruebas en beneficio de los demás. Escribió: “Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2 Pedro 1:14-15).

“El plan de Dios para Pedro era que muriera ejecutado”, escribe el Sr. Flurry. “¿Por qué? En esto hay más que sólo Su deseo de refinarle el carácter a Pedro” (Las epístolas de Pedro: Una esperanza viviente).

Considere esto en sus pruebas: hay más que ganar que sólo el refinamiento de su carácter.

“Con la crisis en la Iglesia, sus pruebas personales y el conocimiento de su muerte inminente, Pedro tenía mucho de donde tener una actitud negativa. Pero Pedro estaba aprendiendo una lección específicamente, ¡para que pudiera enseñársela a la Iglesia de Dios de Filadelfia en este tiempo del fin!”, continúa el Sr. Flurry. “Nosotros debemos aprenderla, para que podamos construir esta sólida esperanza en nuestras vidas, ¡y luego proclamarla al mundo!”. ¡Las pruebas de Pedro ayudarían a la futura Iglesia de Dios! Y nosotros, a su vez, debemos proclamar lo que aprendamos.

“¡Por lo que Pedro pasó, es una estupenda bendición para nosotros! Dios tiene un plan para grabar esta lección en nuestras mentes, a medida que procedemos a transmitir un mensaje difícil, ¡en los tiempos más difíciles que haya habido jamás! Esto es lo que nos motivará a seguir adelante, aun cuando sintamos que no queremos seguir. Esta esperanza es para todo el mundo. Debemos tener un concepto global, como el de Dios. Cristo dio Su vida por el mundo entero. Nosotros hemos sido llamados a seguir Sus pasos” (ibíd.).

¡Debemos aprender a pensar así en nuestras pruebas! Como escribe el Sr. Flurry: “Nunca resistirá las pruebas que Dios le da a menos que vea esta espléndida razón para hacerlo”.

Matriarcas modelo

Abraham y Sara esperaron mucho tiempo para tener un hijo; tanto, que cuando Dios se los prometió, la idea de tenerlo a su edad hizo reír a Sara. Génesis 18:10-15 detalla su respuesta escéptica y la corrección de Dios por ello. Sara aprendió la fe a partir de esta experiencia (Hebreos 11:11).

Cuando nació Isaac, Sara dijo: “… Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo” (Génesis 21:6). Ahora Sara tenía una risa diferente: una risa alegre y llena de fe. Y quería que otros la compartieran con ella.

Otros ejemplos femeninos notables son Noemí y Rut. Los frutos de las pruebas de estas dos viudas se detallan en nuestro folleto Rut: Llegando a ser la esposa de Cristo.

Con respecto a Noemí, el Sr. Flurry escribe: “¡La prueba de Noemí resultó en una de las bendiciones más grandiosas que cualquier mujer haya recibido en la Biblia! Ella terminó siendo una parte estupenda en la construcción de la casa de David, es decir, los descendientes de David, ¡incluyendo a Cristo! A la postre, Noemí sirve como un monumento para siempre, canonizado por el gran Dios ¡debido a su lealtad a pesar de sus pruebas severas!”.

Sobre Rut: “¡Rut cumplió un papel vital en la preparación del trono de David! ¡Es realmente inspirador pensar en lo que Dios hizo con esta mujer! Uno tendría que estar de acuerdo con lo que Dios hizo, al permitir que ella atravesara esa prueba. ¡Realmente Dios tenía un plan para esta dama!” (ibíd.).

Otra mujer que nos enseña a ayudar a los demás a través de lo que aprendemos en las pruebas es Ana. “Ana esperó muchos años por un hijo”, escribe el Sr. Flurry. “Esa fue una inmensa prueba con la que ella luchó. Pero Dios la estaba haciendo esperar por una razón importante. Él estaba desarrollando un carácter grandioso y magnánimo en esta mujer. Después de muchos años de ser estéril, Ana había llegado a tener un punto de vista totalmente diferente acerca de los niños” (La visión de la Familia de Dios). ¡Este punto de vista diferente influyó en la forma en que ayudó a su hijo y luego a innumerables personas!

También debería ayudarnos a nosotros. “La crianza de los niños es una prueba. Involucra una lucha. Tenemos que luchar para enseñarles a nuestros hijos”, continúa el Sr. Flurry. “Igualmente, será una lucha enseñarles a todos los niños espirituales en el futuro. Por lo tanto, Dios hace que comencemos en pequeño, aprendiendo muchas lecciones maravillosas con unos pocos niños físicos. Inclusive si usted no tiene niños, de cualquier forma puede aprender esta lección importante estudiando la Palabra de Dios y observando a otras familias. ¿Está usted preparado para criar y entrenar miles de millones de niños espirituales? Es por eso que estamos aquí en la Iglesia de Dios hoy. Debemos prepararnos para esa grandiosa responsabilidad”.

Dios está entrenando incluso a aquellos primeros frutos sin hijos para que aprendan a criar hijos. Nuestras pruebas son literalmente para este propósito. ¿Cómo puede usar las luchas que ha tenido para ayudar a otros en el futuro?

Después de que Ana diera a luz a Samuel, enseñó una profecía asombrosa: “Él levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de [el Eterno] son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo” (1 Samuel 2:8).

¡Todas nuestras pruebas y experiencias pueden permitir a Dios poner el mundo sobre nuestros hombros! “Fuimos llamados hoy para prepararnos a enseñar y gobernar la Tierra entera en el futuro cercano; y, después de eso, el universo. ¡Ese es nuestro increíble potencial humano como primeros frutos hoy! Esa es mucha responsabilidad. Si Dios nos va a dar este tipo de gloria, debe examinarnos y probarnos para prepararnos” (ibíd.).

Salmista perfeccionado

Ana usó sus luchas para criar a un profeta. Ese profeta, a su vez, usó sus luchas para moldear a un rey. Y ese rey —David— usó sus luchas para componer canciones que ayudaran a los demás.

“David aún estaba escribiendo poesía, gran parte de ella inspiradora y llena de esperanza, ¡mientras estaba viviendo algunas de las peores pruebas de su vida! Nosotros podemos escribir poesía en nuestras pruebas, tal como David lo hizo” (Los profetas anteriores).

David no escribía estas letras sólo para “procesar” sus pruebas. Quería que fueran útiles para otros. El Salmo 34 da fe de ello. La inscripción indica que lo escribió mientras huía del rey Saúl. Los versículos 2-3 dicen: “En [el Eterno] se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a [el Eterno] conmigo, y exaltemos a una su nombre”. Mientras huía, David usó su aflicción para hacer que Dios fuera real a sus seguidores. Todo este salmo tiene ese tema.

Al principio de su vida, David se enfrentó a retos que usó con fines positivos. Cuando le comunicó a Saúl sus calificaciones para enfrentarse a Goliat, le explicó cómo había matado a un león y a un oso mientras cuidaba las ovejas de su padre: “Y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente” (1 Samuel 17:34-36). David protegía celosamente las “ovejas de su padre”. Él haría cualquier cosa para impresionar a papá, a pesar de que su anciano padre (versículo 12) aparentemente no lo tenía en mucha estima (por ejemplo, no lo invitó a cenar cuando lo visitó el hombre más prominente de Israel, 1 Samuel 16). Aquel león y aquel oso no sabían a lo que se enfrentaban: ¡a un muchacho que confiaba en Dios y que haría cualquier cosa por complacer a su padre físico y ganar su aprobación! David hizo el mejor trabajo que pudo en su difícil situación, ¡y finalmente aplicó esas lecciones para salvar a una nación!

Más tarde en su vida, David sufrió una agonía autoinfligida debido a su aventura con Betsabé. Arrepentido, oró: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza” (Salmos 51:12-15). David quería usar esta experiencia para ayudar a otros.

El Salmo 66 contiene una reflexión similar: “Porque tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia. (…) Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma” (versículos 10-12, 16).

Cuando estemos enseñando en el Mundo de Mañana, declararemos lo que Dios ha hecho por cada uno de nosotros.

Salvador comprensivo

De todos los ejemplos bíblicos al respecto, el de Cristo es supremo: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer [ayudar/aliviar] a los que son tentados” (Hebreos 2:18). Él fue probado para poder ayudarnos. Esa fue una de las razones por las que fue hecho “en todo semejante a sus hermanos” (versículo 17). Y esa será parte de nuestra función en el mundo futuro de Dios: ofrecer ayuda y alivio adicional a aquellos a quienes sirvamos.

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). La frase “que no pueda compadecerse” es una palabra griega: sumpatheo. De ahí procede la palabra simpatía, aunque la definición puede incluso describir empatía: sentir lo que otro siente. Cristo puede identificarse con cualquier agonía que usted pueda sentir. Él era “experimentado en quebranto” (Isaías 53:3), y usa esas experiencias personales para ayudarnos. Si desarrollamos una empatía semejante a la de Cristo, nuestro dolor también puede servir a los demás.

A continuación, Hebreos describe cómo incluso los ministros en esta vida están rodeados de debilidad, para que se muestren pacientes con los ignorantes y extraviados (Hebreos 5:2).

Cristo no tenía pecados personales que vencer, pero aprendió la obediencia “por lo que padeció” (versículo 8) y fue “perfeccionado” (versículo 9). Sin embargo, también recibió esa educación para poder convertirse en el “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (versículo 9), es decir, fue para nuestro bien. 1 Juan 2:1-2 dice que Él usa esa experiencia y educación para interceder en nuestro favor, como nuestro Abogado, ayudándonos continuamente con Su presencia junto a Dios el Padre.

Primeros frutos formativos

Los primeros frutos de Dios se casarán con Jesucristo (Efesios 5:25-32; Apocalipsis 19:7-9). Así como el Hijo le da al Padre una perspectiva adicional sobre nuestras luchas, así también nosotros como la Esposa ayudaremos a nuestro Esposo a entender a nuestros hijos espirituales.

Piense en la empatía que Cristo nos extiende. Dios también quiere que empaticemos con los demás: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Cuanto más hayamos experimentado algo similar, más capaces seremos de aquello.

Proverbios 25:20 dice que cantar canciones a un corazón afligido (lo cual simboliza despreciar o ignorar el dolor de alguien) es como quitarle una prenda a alguien en el frío, o “como echarle vinagre al nitrato” [vkj], es decir, ¡puede ser explosivo!

Considere cuánto podremos ayudar a aquellos en el futuro en sus tribulaciones —mientras trabajamos inicialmente con aquellos que han salido de la Gran Tribulación (Apocalipsis 7:14). Dios convertirá su luto en alegría, y nosotros les ayudaremos. Piense en la ventaja que tendremos como primeros frutos viviendo en el fin de esta era del hombre.

Vivimos en “tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1), una época en la que la gente carece de “afecto natural” (versículo 3). Muchos de los primeros frutos de Dios hoy son víctimas de padres sin afecto. Si usted está en esa categoría, sabe lo que es eso y lo difícil que es superarlo. Pero piense en el futuro: Puede ser una gran ayuda para otros que vivieron en esta época peligrosa y tuvieron esas cicatrices. Usted puede ayudar a poner en práctica la solución.

Lecciones duraderas

Recuerde cómo Pablo alabó al Dios que nos consuela para que podamos consolar a los demás (2 Corintios 1:4). En el Mundo de Mañana, podremos consolar y ayudar a tantos como Dios lo ha hecho con nosotros.

Más adelante en esta misma carta, Pablo escribió: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). He aquí una metáfora sobre el peso. La medida más cuantificable para pesar una prueba sería su longitud: cuanto más larga es, más pesada. Pero eso nunca se comparará con el “peso” de la eternidad, el “eterno peso de gloria” para el que Dios nos está preparando.

Usando la analogía del apóstol Pedro de que mil años son como un día para Dios (2 Pedro 3:8), una vida de 70 años es como una hora y 40 minutos. Una prueba de un año en esa escala es un minuto y medio. Una enfermedad de tres semanas son cinco segundos.

Sin embargo, ¡cuánto podemos aprender de esos pocos segundos! Nos enseñan lecciones eternas, lecciones que nos ayudarán para siempre y nos proporcionarán un valor infinito en que seamos útiles para los demás.

¡Esta verdad puede revolucionar su perspectiva sobre las pruebas! “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

Dios nos está entrenando para mirar más allá de lo temporal, más allá de lo que podemos ver ahora mismo. Pero no es para que ignoremos las pruebas. Mirar hacia lo eterno nos ayuda a ver cómo estas pruebas nos califican de manera única para ayudar en el futuro.

Dios quiere que veamos la utilidad de todas nuestras aflicciones relativamente ligeras para que podamos ser una influencia poderosa y gloriosa para otros en el futuro—un tiempo en el que las pruebas de hoy se conviertan en las herramientas de mañana.