Desleude su mente
La alegría y el deseo con los que Israel abandonó Egipto deberían impresionarnos sobre cuán opresivos son realmente los caminos del pecado.

Tras mantener una noche de vigilia y conmemoración, los antiguos israelitas iniciaron el proceso de salida de la esclavitud cuando partieron en la noche del 15 de Abib. Seiscientos mil hombres abandonaron la tierra de Egipto, junto con sus familias —un total estimado de entre 2 y 3 millones de personas— y mucho ganado. Fue realmente un espectáculo digno de contemplar.

La Biblia afirma que Israel salió “con mano poderosa” (Éxodo 14:8; Números 33:3). ¿Por qué estaban tan jubilosos los israelitas por emigrar a toda prisa?

Durante varias generaciones, Israel había estado sometido a una cruel esclavitud. El historiador Josefo escribió: “Habiendo olvidado, con el paso del tiempo, los beneficios que habían recibido de José, en particular que la corona había pasado a otra familia, [los egipcios] se volvieron muy abusivos con los israelitas, e idearon muchas maneras de afligirlos; pues los obligaron a cortar un gran número de canales para el río, y a construir murallas para sus ciudades y terraplenes, a fin de que pudieran contener el río e impedir que sus aguas se estancaran al desbordarse por sus propias orillas; los pusieron también a construir pirámides, y con todo ello los agotaron; y los obligaron a aprender toda clase de artes mecánicas, y a acostumbrarse a trabajos forzados. (…) Luchaban uno contra otro para obtener el dominio, los egipcios deseaban destruir a los israelitas mediante estos trabajos, y los israelitas deseaban resistir hasta el final bajo ellos” (Antigüedades de los judíos).

Josefo describió la persecución que los egipcios infligieron a Israel: “Mientras los asuntos de los hebreos se encontraban en esta condición, se ofreció a los egipcios una ocasión que los hizo más solícitos por la extinción de nuestra nación”. Los israelitas “fueron obligados a someterse a la destrucción de sus propios hijos, pero como era de suponer que tendía a la extirpación de su nación, junto con la destrucción de sus hijos, y su propia disolución gradual, la calamidad llegaría a ser muy dura e inconsolable para ellos. Y éste era el mal estado en que se encontraban”.

No es de extrañar que estuvieran ansiosos por marcharse. Esta nación de trabajos forzados se enfrentaba a un rey ansioso por exterminarlos, no muy diferente del atroz régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Liberación

La alegría y el deseo con los que Israel abandonó Egipto deberían impresionarnos sobre cuán opresivos son realmente los caminos del pecado. ¿Cuán ansioso está usted de apartarse del pecado? ¿Hasta qué punto está decidido a no mirar atrás ni volver?

Mediante una intervención milagrosa y divina, la nación fue salvada de la extinción. Dios ordenó a Israel que guardara los Días de los Panes sin Levadura como memorial de esta liberación. “Y guardaréis la fiesta de los panes sin levadura, porque en este mismo día saqué vuestras huestes de la tierra de Egipto; por tanto, guardaréis este mandamiento en vuestras generaciones por costumbre perpetua” (Éxodo 12:17). Dios llama la atención sobre la razón de observar estos días a través de las palabras por tanto. Los Panes sin Levadura deben servirnos como un recordatorio de lo que Dios hace para sacar a Su pueblo de la esclavitud.

Las palabras traducidas por tanto significan cercar (como con espinas). Dios pone gran énfasis en que recordemos por qué celebramos estos días santos anuales. El éxodo no fue sólo un acontecimiento, sino un símbolo de dos formas de vida opuestas. En el versículo 42, Dios utiliza la misma palabra raíz al instituir la Noche de Guardar. Debemos observar, ser prudentes, considerar y marcar esta época del año por esta misma razón.

La única manera de que el pueblo saliera de Egipto era obedecer todas las instrucciones de Dios al pie de la letra, o la muerte sería segura (versículos 21-24).

Una de esas instrucciones era sacar toda su levadura. Examinemos la instrucción de Dios para que los Días de los Panes sin Levadura sean nuestra salida completa del pecado, y el punto en el que ponemos nuestras mentes para nunca volver.

Los israelitas fueron salvados gracias a la obediencia a las instrucciones de Dios. ¡Tenían que salir de Egipto! Del mismo modo, los cristianos son salvados de sus pecados, no en sus pecados. Los Panes sin Levadura son un recordatorio de cómo huir del pecado con premura (versículo 39).

La ruta elegida por Dios

Así como Israel en la antigüedad, tenemos una tendencia a temer el conflicto y a evitar la confrontación. Dios eligió una ruta específica para que Israel la tomara por esta razón: “Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto” (Éxodo 13:17). Dios no llevó a los israelitas por la ruta más directa. ¿Por qué? Porque Él sabía que regresarían a Egipto, a pesar de lo horrible que había sido su trato. Su intención era liberar la mente de los israelitas de todo lo que representara a Egipto.

Dios también le recordó a Israel cómo Él siempre está cerca (versículo 22). La nube y la columna de fuego eran símbolos del liderazgo de Dios. Él quiere que sepamos que siempre estará ahí para guiarnos y pelear nuestras batallas por nosotros si miramos hacia Él. Pero el pueblo del antiguo Israel carecía de la fe para confiar y depender de Dios para que luchara por ellos.

Como resultado, el júbilo y la alegría del éxodo se convirtieron rápidamente en miedo e ira (Éxodo 14:10-12). Humanamente parecía imposible escapar de la persecución del faraón y sus ejércitos. “Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado. Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy [el Eterno]. Y ellos lo hicieron así” (versículos 3-4). En realidad, Dios condujo a Israel a esta aparente trampa. Quería mostrar a Israel que sólo Él podía ofrecer salvación y liberación. Cuando perdemos de vista la dirección de Dios en nuestra vida, la ruta elegida puede parecernos un callejón sin salida, pero ¿confiamos en el Dios de salvación?

“Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que [el Eterno] hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. [El Eterno] peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (versículos 13-14). Este fue un mensaje correctivo que Dios transmitió a través de Moisés, pero que produjo un resultado positivo.

Dios quiere acción por parte de Su pueblo. Quiere que avancemos, dondequiera que Él nos guíe, a través de la ruta aparentemente imposible (versículos 15-22).

Este evento en particular tuvo lugar el séptimo día de la fiesta de los Panes sin Levadura, para simbolizar la completa liberación de Israel de la esclavitud (versículos 23-28). Un hecho como éste debería haber supuesto un cambio completo de mentalidad y perspectiva para los israelitas, pero debido a su carnalidad duró muy poco.

Del mismo modo, podemos dar por sentadas las intervenciones milagrosas de Dios en nuestra vida y no dejar que cambien nuestra mentalidad. A menos que cambiemos nuestra forma de pensar sobre cómo Dios quiere dirigir nuestra vida, también corremos el peligro de añorar Egipto.

Nunca volver

A menos de un año antes de su muerte, el Sr. Armstrong advirtió a la Iglesia durante su último sermón de los Días de los Panes sin Levadura diciendo que “¡hay más pecados que se han introducido en las vidas de hoy que en los días de los primeros apóstoles!”. Y continuó: “Hay más mecanismos hoy en día que aumentan la cantidad de pecados, más oportunidades para pecar; con el cine, el automóvil y todas las cosas que tenemos hoy en día y la imprenta” (12 de abril de 1985). ¡Eso fue hace más de 38 años! ¿Cuántos mecanismos de pecado más existen hoy en día?

A continuación, el Sr. Armstrong fue directo al grano cuando dijo: “Hoy en día, en lugar de salir del pecado, en el mundo parece que los medios de comunicación públicos (no sólo los periódicos y revistas, sino la radio, la televisión, todos los medios para llegar a la gente) están tratando de mostrar a la gente cómo pecar y salirse con la suya. En otras palabras, ¡cómo evitar la pena del pecado! No cómo evitar la pena dejando el pecado, saliendo del pecado, sino cómo seguir adelante y pecar y luego evitar el castigo”.

¿Es posible engañar a Dios para librarse de la pena del pecado? ¡Ciertamente no! La ley, cuando se infringe, impone una pena. La Biblia describe esa pena como la muerte eterna (Romanos 6:23). En el mismo versículo, sin embargo, Dios también afirma que la vida eterna es Su don para aquellos que voluntariamente se convierten en Sus siervos (versículo 22), aquellos que se dejarán guiar por Dios.

Cuando Cristo tomó sobre Sí Mismo la pena que inflige todo pecado, hizo el siguiente comentario: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). La gente del mundo no es consciente de que camina en contra de Dios. Pero los elegidos de Dios deben ser hipersensibles a esto. El juicio está ahora sobre la casa de Dios (1 Pedro 4:17).

La inmensa mayoría de la gente no sabe lo que hace cuando peca. Los Días de los Panes sin Levadura deberían agudizar nuestra conciencia del pecado y de la ley de Dios. Al igual que comprobamos dos veces los ingredientes de muchos de nuestros alimentos, también deberíamos ser ultra conscientes de no caer presa de los mecanismos de Satanás que aumentan el pecado. Su prioridad es influir en nuestro pensamiento. Jesucristo dijo que a nosotros nos es dado entender (Lucas 8:10). ¿Cómo? A través de la meditación profunda sobre la ley y el modo de vida de Dios. Al fin y al cabo, es la ley la que nos muestra lo que es el pecado (Romanos 5:13, 20; 1 Juan 3:4).

Empapar nuestras mentes con las complejidades de las leyes de Dios nos ayudará a luchar contra la levadura de mirar atrás. Nos ayudará a ver la tendencia destructiva y engañosa de los métodos de Satanás para atraernos de vuelta a un camino de pecado.

A medida que nos esforzamos por salir del pecado, debemos aumentar nuestra indignación por esa forma de vida. Es tan fácil volverse insensible al pecado y aceptarlo como parte de los tiempos en que vivimos. Cuanto más apasionados estemos por la ley de Dios, Su camino de vida y el Reino de Dios, mayor será nuestra pasión por provocar una salida masiva del pecado. Nos enfocaremos cada vez más en lo que Dios hará para liberar a toda la humanidad de la esclavitud del pecado.

Cristo murió para que nosotros no tengamos que morir para siempre. Pero Dios espera que obedezcamos Sus leyes y vivamos sin levadura. Si no lo hacemos y miramos hacia atrás con añoranza, crucificamos de nuevo a Cristo (Hebreos 6:4-7). También resultará finalmente en nuestra muerte (Génesis 19:26), ¡muerte eterna! (Hebreos 6:8; 2 Pedro 2:6, 13-15, 19, 21).

Vivir en pecado es miseria. La difícil situación del antiguo Israel no era diferente de la de aquellos a los que se les robó su libertad cuando fueron internados en campos de concentración durante la última guerra mundial. Cuando esos prisioneros fueron liberados, ¿quién en su sano juicio hubiera deseado volver? Sin embargo, el relato de Éxodo nos muestra que los israelitas querían regresar (Éxodo 14:11-12). No vieron la maldición de la esclavitud.

Cuando no vemos más allá de lo inmediato, cuando carecemos de visión, nuestra naturaleza humana siempre buscará el camino de menor resistencia. Carnalmente, preferimos la vida fácil de ceder al pecado. Satanás se aprovechará de ello para devolvernos a la esclavitud.

Ausencia de rectitud

La rectitud trae mucha paz, felicidad y gozo (Gálatas 5:22-23). Sin embargo, es el camino difícil y estrecho (Mateo 7:13-14). Es la ausencia de ella lo que trae tristeza, sufrimiento y dolor, angustia, desánimo, frustración y remordimiento (Gálatas 5:19-21).

Si experimentamos algo de esto último, sabemos que la justicia está ausente. Las consecuencias a largo plazo del pecado nunca son agradables. ¡Es la razón por la que nuestro mundo está sufriendo!

“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Hebreos 11:24-26). Moisés tuvo que elegir entre una vida licenciosa o servir a Dios.

Dios le mostró a Moisés que servirle requeriría que apartara toda la levadura de su vida, al igual que nosotros debemos deshacernos de cualquier levadura que encontremos durante los días de esa fiesta. No podemos permitirnos almacenarla en un armario cerrado, en el cobertizo o en un poste de nuestra cerca.

Desleudar es un trabajo duro. Dios lo utiliza como una forma de probar cuánto valoramos la obediencia. Debemos buscar la levadura, encontrarla y removerla (Deuteronomio 16:4, 8). Debemos salir por completo del modo de vida de Satanás. Si no lo hacemos, no pasará mucho tiempo antes de que seamos arrastrados de nuevo a los caminos del pecado. En resumen, el pecado es la ausencia de justicia.

Si no utilizamos estos días para tomar más de la mente y la justicia de Dios, entonces sólo encontramos la levadura en nuestra vida pero fallamos en removerla. Al hacerlo, en realidad sofocamos el crecimiento de la Obra de Dios.

Una cosa es oír las instrucciones de Dios y otra actuar en consecuencia (Ezequiel 33:30-33). Esto es exactamente lo que hizo Félix cuando se negó a responder al mensaje de justicia de Pablo (Hechos 24:25).

Además de apartar el pecado de nuestras vidas, se nos ordena positivamente comer pan sin levadura, símbolo de obediencia y sumisión a la voluntad de Dios (Éxodo 12:20). Dios quiere que Le mostremos cuánta hambre tenemos de justicia. Si lo hacemos, Dios nos saciará (Mateo 5:6). Él nos proveerá el deseo y los medios para desarraigar completamente el pecado de nuestras vidas, si lo pedimos. ¿Cuán grande será su alejamiento del pecado hacia la rectitud este año?

Prepare su mente para una salida masiva

Merriam-Webster define éxodo como “una salida en masa”. Sin embargo, el truco favorito de Satanás es hacer que la gente quiera volver a la vida de pecado que saben que deberían abandonar. Podríamos llamar a esto un éxodo inverso.

Dios permite estas pruebas en nosotros, como hizo con el antiguo Israel. Éxodo 14 muestra que, incluso durante los Días de los Panes sin Levadura, los israelitas estaban dispuestos a tirar la toalla.

Apenas unas semanas después, “Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de [el Eterno] en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Éxodo 16:1-3). Los israelitas estaban listos para regresar a su campo de concentración egipcio. Incluso cuando se encontraban en las fronteras de la Tierra Prometida, este pensamiento no dejaba de surgir (Números 14:3-4).

Qué profundo, teniendo en cuenta que Dios les condujo por el desierto para evitar que este pensamiento de regresar a Egipto empapara sus mentes (Éxodo 13:17).

¿Por qué este drástico retroceso? La respuesta puede ser contundente: ¡Algunas personas prefieren ciegamente continuar en el pecado!El pueblo del antiguo Israel no se apartó delos caminos de Egipto en sus mentes. Sus pensamientos se enfocaban constantemente y con anhelo en un modo de vida que deberían haber abandonado.

Hoy en día, ¡algunas personas simplemente se niegan a dejar de pecar!Los israelitas mostraron esta misma actitud egoísta cuando salieron de Egipto por el desierto hacia el Sinaí. ¿Prefiere realmente una vida de rectitud? ¿O hay algo que le atrae de nuevo al cautiverio del que Dios le libera?

Dios promete ayudarnos si nos proponemos sinceramente huir del pecado (1 Corintios 10:13).

Un folleto satírico de la década de 1950 titulado Cómo pecar en Hollywood, daba esta definición mundana del pecado: “El pecado es tener pensamientos que no debería estar teniendo sobre cosas que no debería estar haciendo mientras piensa en esa clase de pensamientos”. Puede que haya más verdad en esa afirmación de lo que parece a primera vista.

El apóstol Pedro señala que el deseo de volver a los caminos del pecado viene a través de los deseos de la carne (2 Pedro 2:18). La lujuria es simplemente la incapacidad de detener nuestros pensamientos codiciosos, o malos deseos, que se agolpan en nuestra mente hasta controlar todas nuestras acciones. Es la lujuria la que nos impulsa a pecar (Santiago 1:14-15). Es esa lujuria la que nos devuelve a la esclavitud de la corrupción (2 Pedro 1:4).

Los animales no sienten lujuria: sólo el hombre tiene el poder de la imaginación en esta creación física. Por lo tanto, Satanás lucha por su mente, tratando de corromper su pensamiento. En muchos sentidos, somos lo que pensamos (Proverbios 23:7). Dese cuenta de que si está mal hacer cierta cosa, ¡también está mal albergar pensamientos de eso en su mente!

Cristo dijo: “Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:20-22). Todas éstas son violaciones de los Diez Mandamientos, incluidos los malos pensamientos.

A medida que se prepara para los días santos de primavera de este año, luche poderosamente contra el pecado, como lo hizo nuestro Salvador (Hebreos 12:1-4).

Nuestra liberación de este “cuerpo de muerte” es a través de Cristo y del Espíritu Santo de Dios morando en nosotros. Sin embargo, también tenemos nuestra parte, una parte que se enfoca en la mente.

Mientras desleuda, asegúrese de ver el pecado como lo hace Dios. Sepa dónde comienza y no deje que eche raíces.

El Sr. Armstrong escribió: “La tentación está en la mente. Cuando usted piensa en lo que lo tienta, y deja que este pensamiento permanezca en su mente (ya sea el deseo de ir a algún lugar, de hacer algo o de tener algo que sabe que está mal), el estar pensado en ello finalmente concibe (…) y produce el pecado. Termina haciendo lo que no dejaba de pensar que quería hacer. Si sigue pensando en ello, al cabo de un tiempo será incapaz de resistirlo. Por esa razón usted ha perdido tantas de estas luchas contra el pecado: siguió pensando en ello, deseándolo, queriéndolo”.

“La forma de evitar el pecado es dejar que el Espíritu de Dios llene la mente. (…) La forma de sacar algo de la mente es poner en ella un pensamiento opuesto” (Las Buenas Noticias, junio-julio de 1983).

Este año, prepare su mente para una salida masiva de los caminos del pecado, poniendo la mira en las cosas de arriba (Colosenses 3:2). Una mente firmemente enfocada en las cosas de Dios, una mente completamente desleudada, nunca contempla el regreso a la esclavitud del pecado.